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La historia de 23 paseos: El filme británico dirigido por el nominado al Oscar, Paul Morrison, nos presenta a Dave (Dave Johns) que es un enfermero jubilado que pasea a su pastor alemán Tillie por un parque del norte de Londres. Allí se cruza con la divorciada Fern (Alison Steadman) y su perro: un Yorkshire terrier llamado Henry. El perrillo y su dueña se quedan muy desconcertados ante un amenazador perro de gran tamaño. Los perros se ladran uno a otro y la mujer regaña a Dave por no llevar al suyo con correa. Este será el primero de los 23 paseos o el comienzo de una gran amistad como diría Humphrey Bogart en Casablanca. De estreno en cines españoles el próximo día 15 de enero.
La crítica: Tener un chucho está de moda. Durante el confinamiento vivido en España en 2020 el dicho de que el mejor amigo del hombre es el perro cobró todo su sentido. Incluso se llegaron a alquilar perros como salvoconducto para salir a la calle sin ser multado. Yo como no tengo perro sacaba a pasear mi carro de la compra. Pero es que además, parece ser que con un chucho de la mano se liga más que en Tinder. Así lo demuestran los cientos de romances nacidos al calor del perro. 23 paseos parte de esta premisa y lo hace mirando al amor adulto o mejor dicho al amor viejuno -con perdón-. Perdón a los perros, digo.
Paul Morrison, que además de dirigir, escribe el guion, acierta al presentar en 23 capítulos la sencilla trama que no obstante cobra fuerza narrativa cuando se adentra en las contradicciones de los personajes. De manera principal, lo hace con el personaje masculino que comienza mintiendo como casi todos los hombres. Lo curioso es que este humano no lo hace para conseguir sexo. Así que hablamos ya de una patología masculina tan arraigada que perdura en la tercera edad. Y en la cuarta. También en el purgatorio, en el cielo, en el infierno, en las redes sociales y en el cine.
La cosa es que el "bueno" de Dave tiene esposa, pero como a la pobre mujer se le ha ido la olla y está internada, para él eso no cuenta. Así que se presenta como viudo ante Fern y la pobre mujer se lo traga. Y venga pasear perros por el parque. De esta, que se enamoran -esto es un decir- y el tipo confiesa toda su historia. La dama del perro canijo se pira a Canarias (esto debió ser antes de la nueva variante del coronavirus) a echar unos bailes y a reflexionar sobre la actitud del señor del perro grande. Así pues volvemos a la eterna premisa romántica de: chico (viejo en este caso) conquista a chica, chico mete la pata y pierde a chica, y chico hace lo imposible para recuperar a la chica (y al perro se entiende). Y vuelta a pasear perros por el parque. Así hasta 23 paseos para, ¿llegar a la cama? No digo más para no hacer spoiler. Eso sí, los perros parece que no se casan. Tampoco pueden follar porque la perra es enorme y el macho un enano que no llega ni aún queriendo. Cosas de perros.
Para interpretar a Fern, la prudente divorciada de clase media y dueña del terrier Yorkshire llamado Henry, Morrison eligió a Alison Steadman, la actriz ganadora del premio Olivier. Cumple con su papel sin despeinarse al igual que Dave Johns actor que alcanzó notoriedad en Yo, Daniel Blake. El reparto canino también cumple con efectividad en pantalla. Sheila, un pastor alemán hembra de cinco años, fue quien interpretó a Tillie. En cuanto a Henry, el perro de Fern, Morrison buscaba lo opuesto a Tillie tanto en tamaño como en temperamento: pequeño, ladrador, plasta y un poco rebelde. No pensaba yo que iba a comenzar el año analizando un reparto perruno y la verdad es que los chuchos están más contenidos y menos sobre-actuados que los humanos en pantalla.
23 paseos ha sido filmada en su totalidad en el norte de Londres con Dave y Fern y sus perros recorriendo: King George's Field en High Barnet, Hadley Common, Hadley Woods y Hadley Green, así como en North Mymms Park en Hertfordshire. Destacan las localizaciones al aire libre y los numerosos parques recorridos. La finalidad de los espacios escenográficos parece consistir en disponer de la mayor variedad visual y además asegurarse de que la conversación no se volviera repetitiva o aburrida. Por momentos casi lo logran. Incluso hay una secuencia bastante divertida en la que Dave invita a Fern a cenar. Ella le cuenta que era bailarina en el London Palladium. Dave pone música y la pareja baila. Mientras friegan los platos, Dave le pide que se quede "para hacerle compañía”. Ella no acepta, pero después le dice por FaceTime que se lo ha pasado muy bien. Digamos que esta secuencia sería la serie B o Z de Los puentes de Madison. Y con perro.
En conclusión y a pesar de las pegas marcianas que he puesto, 23 paseos me ha parecido una historia entrañable y entretenida en su conjunto. Hablamos de una comedia dramática tierna y conmovedora sobre cómo encontrar el amor en la vejez. También podríamos concluir que el perro es el mejor amigo del hombre. O como dijo Groucho Marx: "Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer". Fin.
Nota: 6/10.