Creo que empezamos a olvidar y, como europeos y sobretodo como seres humanos, no nos lo podemos permitir. -Mar Targarona.
La historia: El 5 de mayo del año 1945, la 11ª División Acorazada de los Estados Unidos entraba en el campo de concentración de Mauthausen en Austria, siendo recibidos con alborozo entre los presos que no habían sido exterminados y con unas pintorescas pancartas hechas con sábanas en las que había escritas unas palabras de bienvenida en español. De hecho, aquel lugar en el que se cometieron crímenes a destajo fue conocido como "el campo de los españoles" y en él, Francisco Boix (Mario Casas), desempeñó un papel crucial como fotógrafo retratando y escondiendo los negativos que sirvieron posteriormente para denunciar lo allí sucedido y encausar a algunos de los responsables de aquellos crímenes contra la humanidad.
La crítica: La cineasta catalana Mar Targarona (Secuestro) ha conseguido con gran eficacia narrativa aportar luz a la historia del preso republicano español Francisco Boix. Éste aprovechó sus conocimientos en fotografía para conseguir un puesto en el laboratorio fotográfico de Mautaushen-Gusen en una historia que si bien había sido llevada al cómic o al documental, nunca había llegado a ser ficcionada a través de la gran pantalla de cine.
Cuando los nazis preguntaron a su aliado, el dictador Francisco Franco, sobre que sugerencias proponía para los presos españoles encerrados en los campos de exterminio, el genocida ibérico respondió que esas personas no eran españolas y junto a su cuñado Serrano Suñer, acordaron con las fuerzas alemanas un pacto no escrito para que los españoles allí encarcelados formaran parte de la solución final y fueran exterminados junto a los demás ciudadanos europeos que habitaban dichos campos. De hecho, los españoles fueron marcados con un triangulo azul que significaba: apátridas. A esto, los propios miembros del ejercito alemán añadieron una S de spanien, reconociéndoles al menos un estatus o país de procedencia para clasificarlos como presos políticos y no como judíos. Es decir, hasta los propios nazis tuvieron más "sensibilidad" con los españoles que los propios gobernantes ibéricos si es que a esa banda de franquistas infectos se les puede calificar como gobernantes. Lo más curioso es que aún hoy en 2018 se siguen escuchando voces en España con el dicho de: "con Franco se vivía mejor". Claro se vivía mejor si no te habían matado antes. Como no quiero caer en ningún tipo de maniqueísmo, esto mismo valdría para los rusos que dicen que con Stalin se vivía mejor, o para lo futuros fanáticos que dirán que con Castro o con Chavez se vivía de puta madre. Sin duda, el fanatismo político del hombre nos determina a repetir una y otra vez la historia y ese es el fondo del mensaje que El fotógrafo de Mauthausen trata de transmitir, como en su día lo hizo Spielberg con La lista de Schindler.
Volviendo a la película en sí, lo que trata de reflejar la cineasta es la importancia de los fotógrafos para constatar de manera gráfica los acontecimientos históricos desde que tenemos este medio a nuestra disposición. Supongo que a todos nos habrá llamado la atención en algún momento de nuestra vida cuando hemos visto a algún reportero de guerra trabajar en medio de un conflicto bélico o tras un atentado terrorista sin socorrer a los heridos. Bueno ahí puede surgir un conflicto ético, pero seguramente estos fotógrafos sacrifiquen su conciencia personal, para retratar a modo de denuncia la barbarie en la que el ser humano ha incurrido a lo largo de la historia. Por eso y quizás sin el sacrificio de hombres como Francisco Boix, hoy no hubiéramos conocido gráficamente lo que se hizo en Mauthausen.
¿Y que se hizo allí? Pues estas angelicales criaturas alemanas se dedicaban a las nobles tareas de practicar tareas de exterminio con cámaras de gas fijas, o en camiones móviles, fusilar o ametrallar a los presos, matarlos de hambre en celdas de castigo sin proporcionarles alimentos ni agua hasta su fallecimiento, flagelaros con latigazos hasta su muerte, darles duchas de agua helada en invierno con las consecuencias imaginadas, practicarlos el sangrado o el desangrado hasta la muerte para mandar su sangre a los frentes del este, hacer experimentos médicos con los presos y utilizarlos de esclavos en la famosa "escalera de la muerte de Mauthausen", que con sus 186 pavorosos escalones, era sinónimo de muerte cuando los reos tenían que subir piedras de granito de unos 25 kilogramos como si fueran animales de carga hasta que caían extenuados. En dichas escaleras, y en mitad de la noche, algunos presos eran "suicidados" arrojándolos desde arriba como se muestra en una secuencia de la película. Cabe decir que muy buena de la arquitectura totalitaria nazi proviene de este yacimiento de granito austriaco.
El peso de la producción está soportado casi en su totalidad por el mejor Mario Casas (Toro), que yo haya visto en el cine y que por fin deja sus tics juveniles para convertirse en un verdadero actor. Lo más loable en esta transición actoral es un buen trabajo, muy buen trabajo en la dicción que siempre es lo que más le hemos criticado. De hecho, muy acertadamente y para apreciar su buena evolución en este aspecto la directora le permite abrir la producción narrando en off el principio de la historia en un hecho insospechado en sus comienzos. Cabe destacar además que ha recibido clases de alemán para interpretar al personaje y ha perdido quince kilos para aportar la credibilidad necesaria. Así que al Cesar lo que es del Cesar, y a Mario lo que es de Mario. El resto del reparto es monocorde, destacando eso sí a Alain Hernandez en su papel del preso Balbuena o a Macarena Gómez que interpreta brevemente a Dolores que es una muchacha española obligada a ejercer la prostitución. Pero, ¿existía la prostitución en Mauthausen? Pues efectivamente, así es. En el colmo del despropósito nazi-machismo, se instaló un prostíbulo con esclavas sexuales para que algunos presos de "confianza" tuvieran un "premio", y para que estas mujeres fueran multivioladas por las tropas alemanas aunque esto se omite en la película.
En la parte técnica de la producción cabe destacar la buena fotografía digital de Aitor Mantxola que tiñe la película de grises pero que deja ver lo que sucede en todo momento. Otro aspecto muy destacable es la dirección de arte y vestuario ya que cabe recordar que en el campo de concentración había además de los oficiales y soldados, presos que ejercían de fotógrafos, peluqueros, albañiles, sastres o administrativos y hubo que buscar materiales y ropa acorde con el contexto histórico narrado. Y como no, destacar la música del compositor canario Diego Navarro que firma unos pasajes extraordinarios. Ademas la producción se ha llevado hasta Budapest para aprovechar lo que quedaba de la recreación que se hizo del campo en la película 'El niño del pijama de rayas'. En cambio, en el debe de la película cabría poner alguna pega a cierta teatralización en su conjunto y a la utilización del melodrama de manera innecesaria aunque comprensible en el contexto narrado.
En conclusión, El fotógrafo de Mauthausen es una buena propuesta que actúa como testigo directo de la vida y obra de Francisco Boix que consiguió gracias a su ingenio, a su fortaleza mental y a sus ideales realizar más de mil fotografías en el centro del infierno nazi en el que perecieron 4.816 presos españoles de los 7532 que fueron trasladados hasta Mauthausen. Con parte de ese material gráfico, Boix pudo demostrar, documentar y testificar en los Juicios de Núremberg y con ello ayudar a condenar a parte de la jerarquía nazi al mando del campo de exterminio austriaco.
Nota: 7/10.
Nacionalidad: España.
Dirección: Mar Targarona.
Reparto: Mario Casas, Alain Hernandez,
Macarena Gómez, Richard Van Weyden.
Guión: Alfred Pérez-Fargas, Roger Danès.
Música: Diego Navarro.
Fotografía: Aitor Manxola.
Duración: 110 minutos.
Estreno España: 26/10/2018.