La historia: Kira e Ian, dejando ambos atrás sus vidas y sus problemas, se encuentran durante un fin de semana de invierno en la isla escocesa de Skye. Su conexión es instantánea y profunda. De regreso a Londres, cada uno intenta seguir con su vida, pero deberán enfrentarse a su pasado antes de volver a encontrarse.
La crítica: La directora Aylin Tezel afronta con soltura su ópera prima detrás de la cámara, y no sólo dirige, sino que también da vida con gran intensidad al personaje femenino protagonista. El propio relato es una declaración de amor al romance clásico que nace de un encuentro inesperado y alejado de las nuevas tecnologías.
Nuestro momento perfecto busca realizar un homenaje hacia el amor universal aunque también muestra como pueden ser de liquidas las relaciones amorosas en pleno siglo XXI. La cineasta nos habla un poco de todo en este sentido y se pregunta dos cuestiones básicas: ¿Cómo utilizamos el tiempo que nos es dado? ¿Y cómo incide la forma en que nos enseñan a amar en nuestro paso por el mundo?
La cinta tiene un inicio potente cuando Kira e Ian se conocen por pura casualidad. Hay vitalidad, alegría y sueños. De igual manera y cerrando el círculo de manera virtuosa hallamos un final muy bien elaborado. El principal problema del filme es lo que se narra -y es casi todo el metraje- entre estos dos momentos señalados. Si bien es cierto que conocemos a los dos protagonistas, sus otras relaciones y sus traumas, el relato se hace sombrío y elitista con gente que parece fuera de la sociedad actual.
Kira e Ian son el núcleo y el corazón de esta película. Sus historias son personales e individuales, pero las cuestiones sobre la vida y el amor que presenta esta película son universales. Todos conocemos el deseo o la nostalgia de un amor o de un hogar, el dolor de la pérdida y el miedo de lidiar con traumas de nuestra niñez o adolescencia; el poder liberarnos de los fantasmas de nuestro pasado.
Las interpretaciones de Aylin Tezel y Chris Fulton son buenas destilando buena química en pantalla. Sus personajes están perdidos en esa frontera entre los 30 y los 40 años en los que aún no han encontrado ni el amor, ni su trabajo deseado e incluso sus relaciones familiares se encuentran nubladas por su propio ego. Poco a poco evolucionan como individuos y comenzarán a valorar a sus propias familias, a ellos mismos e incluso a las otras parejas que pasaron por sus vidas.
Otros dos personajes principales de la historia son la isla escocesa de Skye y la metrópolis de Londres, dos lugares que reflejan el deseo sereno y la disrupción ruidosa de Kira e Ian. La gente de la isla de Skye tiene su propia forma de vida, su ritmo propio. Los padres de Ian viven su aislamiento y reaccionan a los traumas familiares sin palabras; su casa es silenciosa. La naturaleza, por su parte, es poderosa y omnipresente. Londres presenta un contraste fuerte: una capital pulsante dividida política, cultural y espiritualmente. Es rápida, jadeante, desenfrenada, y donde es fácil perderse en esa corriente anónima. Kira e Ian tratan de encontrar un hogar en esa ciudad que no tiene nada que ver con sus raíces. Londres les rechazará a ellos y a sus sueños al inicio, y sin embargo seguirá siendo el lugar que les da esperanza de encontrarse cuando más perdidos están. Los colores y la música son también importantes en esta película, ya que crean el lenguaje con el cual los protagonistas se expresan.
Nuestro momento perfecto es una cinta que trata de hacer una reflexión general de cómo son las relaciones amorosas en la actualidad. Se percibe una fuerte crítica al daño en la autoestima que se producen en las aplicaciones de citas y en la selva de las redes sociales. Por tanto hablamos de una oda al romance clásico, pero adaptándolo a los usos sociales de nuestro tiempo. La maternidad, base de la vida, apenas es mencionada e incluso se ve como una rara ávis entre quienes optan por ser padres. La cineasta ha querido mostrar como son las primeras 24 horas que pasan juntos Kira e Ian y su intensidad. No solo porque están compartiendo uno de los momentos más vulnerables de la vida de Ian, sino también porque su relación pasa de un coqueteo pasajero a una conexión real en el espacio de una noche. A medida que les seguimos en sus vidas diarias individuales, después del día que se conocieron vemos cómo tras volver a sus vidas se echan de menos. En definitiva, tengo la sensación de que la película se ha planteado con un comienzo trepidante y con un final bien trenzado, pero con la pega de que la parte central del relato se hace demasiado parsimonioso. Es por ello que el grueso de la narrativa resulta grisácea y repetitiva lo que no menoscaba la buena conclusión que une al amor con la libertad. Algo que el ser humano más posesivo no parece acabar de comprender.
Nota: 6/10.