lunes, 13 de noviembre de 2017

¡Qué maravilloso es el cine! Las uvas de la ira (The Grapres of Warth)


En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia. -John Steinbeck.

Las uvas de la ira irrumpen como un viaje al centro del dolor del pueblo estadounidense, y lo hacen a través de un recorrido hacia la frustración, la pobreza y la nula condición humana que se reflejó durante la Gran Depresión americana en la década de los 30 del siglo pasado. Es en este entorno nada idílico, cuando el escritor John Steinbeck firmó la novela homónima que da título a la filmación.

En el cine y con pocas diferencias argumentales con la novela, a excepción de su parte final, fue el maestro John Ford el encargado de llevarla a cabo bajo un gran libreto de Nunnally Johnson (Las tres caras de Eva).

La historia nos cuenta la salida de la cárcel del joven Tom (Henry Fonda), que tras cuatro años de prisión por un homicidio en una pelea, regresa a la granja de sus padres que va a ser desahuciada tras años de sequías en el medio oeste estadounidense. Tras el reencuentro, una decena de miembros de la familia parten desde Oklahoma hacia el oeste del país con la promesa de una vida mejor. Su objetivo es el de encontrar empleos en la recogida de fruta en la fértil zona de viñedos de California. Pero cuando llegan al supuesto dorado que se anunciaba en medios escritos como una zona de prosperidad y trabajo asegurado, se percatan de que el lugar esta super poblado de otros trabajadores azotados por la crisis económica. Es entonces, cuando todo el conflicto narrativo, sentimental y económico estalla para depararnos una de las obras más grandes de la historia del cine en el siglo XX.


La película tiene una fuerza dramática arrolladora y es un fiel retrato de una época que supuso, en cierta manera, el fin del sueño americano. Este ha reaparecido después como una constante tras los periodos de crisis financieras que han venido afectando a los Estados Unidos y con ellos, al resto del mundo. Pero este caos económico que surgió después del "crash del 29", se cebó especialmente con la zona central del país afectado por el fenómeno natural de las largas sequías que fue conocido como Dust Bowl. Este consistió en un periodo de aproximadamente siete años (1932-1939) en el que la falta de lluvias más las tormentas de polvo, acentuaron aún más la Gran Depresión en estados como Oklahoma, Kansas o Colorado, donde los agricultores perdieron sus granjas hipotecadas. Esta situación le llevó a una extrema pobreza que pocas veces se ha plasmado en el cine de Holywood y en la propia literatura americana.

La cinta es una road movie clásica por la ahora mítica ruta 66 que discurre a través de casi 4000 kilómetros desde Chicago hasta California. En aquellos momento el trazado no gozaba del glamour que ostenta en la actualidad y fácilmente la podríamos tildar en esa época como la carretera de los desahuciados en busca de un sueño casi imposible. Y es a través de este espejo pintado donde vemos lo peor y lo mejor de la condición humana. Lo mejor por esas familias que fueron desposeídas de sus bienes y sus tierras por una especulación masiva. Ellos luchaban por levantarse, proteger a sus hijos e iniciar una nueva vida. Y lo peor, por aquellos lugares de acogida que resaltaban la crueldad humana en defensa de unos intereses ya establecidos y que hacían a sus poseedores poco propensos a compartirlos con el resto de sus conciudadanos.

Un ejemplo muy gráfico y que está perfectamente estructurado en la filmación, fueron los lugares establecidos de acogida para los trabajadores venidos del centro del país y que sin miedo a exagerar, eran auténticos campos de refugiados, a nivel o peores aún, de los que podemos ver en la actualidad en los puntos más calientes del planeta. Y todo esto pasó en el país de los sueños, en el país por excelencia del capitalismo. Allí en los años 30 del siglo pasado también vivieron el hambre y la miseria humana. Mientras, paradójicamente, unos kilómetros más allá la industria del cine en Hollywood veía su despertar con el nacimiento del color que la Gran Depresión pintó de blanco negro en un contraste difícil de asimilar para buena parte de la población.


Henry Fonda afrontó a sus 35 años el papel más importante de su carrera y seguramente el que le confirmó como un actor portentoso y de largo recorrido. Otros grandes trabajos suyos fueron en las películas Pasión de los fuertes, El día más largo o En el estanque dorado por citar solo algunos de sus éxitos más reconocidos. En la cinta reseñada hoy, su papel es convincente, serio y como la propia película está fuera de los patrones clásicos del galán al uso en el Hollywood de la época. En definitiva, un actor con mucho recorrido y con bastantes matices en su carrera.

En el resto del reparto destaca su madre interpretada con fuerza y poder por Jane Darwell en un papel que le valió el Oscar de la Academia a la mejor actriz de reparto. El otro papel destacado de la cinta es interpretado por un buen John Carradine (padre de David Carradine de Kung fu), que hace de un antiguo predicador desengañado que inicia el viaje junto a la familia en busca de un lugar en el mundo a través del viaje a California. En general, el reparto está marcado por unas interpretaciones magistrales mostrando unas expresiones tenebrosas, tenues, con miedo en los ojos y marcando en unos rostros afilados, angulados y entrecortados que dan un gran realismo a la narración.

Las uvas de la ira es un retrato descarnado e hiperrealista de una parte muy importante de la historia y de la sociedad estadounidense de aquella época. Tanto la novela, como después su adaptación cinematográfica, consiguen lo que buscaban. Ello consistía en denunciar de lo que estaba ocurriendo y que pocos se atrevían a contar para no dañar la supuesta buena imagen del país americano. Realmente nos encontramos ante una propuesta insólita y muy alejada de los gustos de los patrones comerciales del público de aquel periodo. Es un cine social que fue en cierta manera precursor de lo que ahora se hace en el cine independiente. Es decir, cine con trascendencia y donde la palabra mensaje cobra su verdadero significado.


martes, 22 de noviembre de 2016

¡Qué maravilloso es el cine! Las tres caras de Eva


La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.-Sigmund Freud.

Las tres caras de Eva rodada hace casi 60 años sigue tan de actualidad o más aún que por aquel entonces. Thriller psicológico en el cual los rasgos de la personalidad y el desdoblamiento de la misma nos evocan al mejor cine de vanguardia sobre los trastornos mentales. Golpe de efecto en su época y seguro que para aquel que la desconozca será un feliz descubrimiento.

Eva White (Joanne Woodward) es una tranquila ama de casa que vive en un entorno feliz junto a su marido y su pequeña hija. En un momento de su rutina comienza a sufrir unas irritantes migrañas acompañadas de periodos de amnesia.

Esto desemboca en un trastorno psiquiátrico de doble personalidad. Entonces se pone en manos de un médico especialista en psiquiatría que tratará de ver que es lo que le esta ocurriendo a esta mujer. Ella ha desarrollado dos personalidades opuestas entre si: una es una mujer tranquila con tendencias depresivas y otra es jovial, alegre y provocativa. El asunto se complicará aún más, cuando a Eva le aparezca otra personalidad extra a las dos ya desarrolladas. Los acontecimientos se precipitarán. Hay que recordar que la historia está basado en hechos reales y que marcó un hito en la historia de la psiquiatría moderna. Por lo tanto, la veracidad de los hechos suponen un claro suplemento de interés adicional a la trama de la narración.

 

Popularmente hablamos de doble personalidad un poco a la ligera y solo tendremos que visionar la cinta para comprobar que este no es un problema de los distintos rasgos de la personalidad que podemos tener cada uno de nosotros. Es una enfermedad que se denomina trastorno de la personalidad múltiple o trastorno de identidad disociativo y que gracias entre otros al director y guionista de la película, Nunnally Johnson, se dio a conocer a través del mundo del cine. 

Y de cine hay que hablar, pues la película en todo momento mantiene una excelente tensión narrativa, que nos hace engancharnos a la historia a través de las emociones de los personajes representados.

David, su marido, no entiende nada de lo que está pasando y representa la incomprensión e incluso manifiesta rasgos violentos hacia su propia esposa. Esto, además de entroncar a la perfección con la actual violencia de género hacia las mujeres, lo que nos hace ver es que la negación de la realidad y el rechazo hacia las personas con enfermedades mentales no ayudan precisamente a la recuperación de las mismas. Como decía Freud, unas palabras pueden ayudar tanto o más que un medicamento en ciertas situaciones. Yo añadiría que una caricia, un beso o un abrazo es la actitud correcta y más eficaz hacia cualquier enfermo y no solo los mentales.

En algunos momentos, la cinta nos trae reminiscencias al cine de Alfred Hitchcock pues la puesta en escena, más algunos puntos de intriga en el argumento, nos recuerdan a la manera de rodar y plantear las situaciones del maestro del suspense. Pero independientemente de eso, lo realmente bueno es como los personajes caminan juntos pero a la vez cada cual más perdido. Porque no solo alberga dudas el joven matrimonio, sino que el dúo de psiquiatras que atienden a Eva están tan perdidos como ella. lncluso llegan a creer que pudiera ser un papel que podría estar representando la mujer inventándose toda la historia. Este es un factor fundamental en el mensaje a transmitir, es decir, la perplejidad y el eterno dilema de no saber enfrentarse a situaciones graves e inesperadas.


En cuanto al reparto, Joanne Woodward interpretando las tres personalidades de Eva está totalmente inconmensurable. Como premio por su gran actuación se llevó el Oscar de la Academia a mejor actriz principal en el año 1957. Competía con Liz Taylor, Lana Turner, Anna Magnani y Deborah Kerr que fueron las otras nominadas. David Wayne interpreta al perplejo y violento marido quedando bastante por debajo de su compañera de reparto. El otro papel importante de la película lo interpreta Lee J Cobb, que es el psiquiatra que lleva el caso en una actuación que tampoco pasará a la historia del cine.

El film está basado en el ensayo de los doctores Corbett H. Thigpen y Hervey M. Cleckley sobre el caso de la paciente real Chris Costner y con el mismo título que la película 'The three faces of Eve'. Hoy en día, sigue siendo un libro de gran interés científico y que supuso una buena investigación sobre el trastorno de identidad disociativo (TID). En todo momento, el ensayo trata de demostrar empíricamente que las múltiples personalidades de la mujer son fruto de su enfermedad y no de un autoengaño. 

La película es bastante fiel a la obra que la da pie, aunque algunos procesos de las distintas hipnosis a la que es que es sometida la protagonista de la cinta pierden credibilidad por la rapidez en los cambios de las distintas personalidades de Eva. En todo caso, no hay que olvidar que el cine es ritmo y el director de la mano de la portentosa actriz trata de no parar en ningún momento el clímax de las distintas situaciones. Para ello, se vale de la fabulosa modulación de la voz de Joanne Woodward. Como curiosidad adicional, cabe decir que la actriz fue la esposa del mítico actor Paul Newman con el que protagonizó algunas interesantes películas. Entre ellas 'El largo y cálido verano' o 'Desde la terraza'.

Mi conclusión final es que nos encontramos ante una pequeña joya del cine clásico que además se adentra por los siempre excitantes comportamientos de la mente humana. Un viaje hacia la deconstrucción personal y la búsqueda de los sucesos que durante la niñez y/o juventud pudieron alterar el comportamiento de la protagonista de la historia. Cine psicológico para disfrutar con tranquilidad de un género tan contemporáneo a nuestros días. 

Extraña bastante que aún no se haya realizado un remake de la cinta y aunque es cierto que la producción no ha perdido actualidad, se dejar notar el paso del tiempo en la manera de encuadrar y rodar los distintos planos. Aunque yo mismo no soy partidarios de los citados remakes, tengo que reconocer que seria un autentico espectáculo poder disfrutar de una nueva adaptación del ensayo literario. 

Os dejo con un enlace a un vídeo de la película en su idioma original para apreciar uno de los cambios de personalidad que interpreta con majestuosidad Joanne Woodward. Imprescindible ponerlo en versión inglesa, para poder apreciar su verdadera voz. Una pequeña joya clásica que sin ser una obra maestra, nos recordará como era el cine de los años 50.

Título original: The Three faces of Eve.

Nacionalidad: Estados Unidos.

Año: 1957.

Director: Nunnally Johnson.

Reparto: Joanne Woodward, David Wayne,
Lee J Cobb, Nancy Culp, Vince Edwards.

Fotografía: Stanley Cortez.

Música: Robert Emmett Dolan.

Duración: 90 minutos.