Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. -Miguel de Cervantes.
La historia: Una pérdida, un regreso y un reencuentro. La fotógrafa neoyorkina Ronit Krushka (Rachel Weisz), viaja hasta el Reino Unido para despedir a su padre que fue un reconocido rabino de una importante comunidad judía ortodoxa en el norte de Londres. Después de un frío recibimiento familiar, comprueba que sus mejores amigos Dovid (Alessandro Nivola) y Esti (Rachel McAdams) han contraído matrimonio. A partir de entonces, las sensaciones de los tres protagonistas se debaten en un duelo entre la pérdida, el deseo, la felicidad y el amor.
La crítica: Disobedience supone una ruptura y una confrontación entre dos mundos que son incompatibles entre sí a pesar de estar situados en el mismo espacio temporal. En dos planos bien diferenciados, observamos por un lado, el mundo urbano, cosmopolita, moderno y libre que puede tener un ciudadano de Nueva York, Barcelona o Tokio, y por otro lado y en contraposición, se nos presenta a una sociedad patriarcal, tradicional y cerrada, como es la comunidad ultraortodoxa judía como metáfora y realidad de que lo viejo que se niega a morir ante lo nuevo.
El reciente ganador del Oscar para Chile por La mujer fantástica, Sebastián Lelio, afronta su primera incursión en un filme de habla inglesa y consigue plasmar con fuerza su potente mirada sobre el universo femenino que siempre ha gustado en explorar. En esta ocasión, su filme está basado en la exitosa novela homónima que en el año 2006 le valió a la escritora Naomi Alderman el Premio Orange Broadboard para nuevos escritores. Además, el libreto está coescrito junto a Rebecca Lenkiewicz que consigue dar forma visual a una novela en principio tan compleja para adaptar al lenguaje cinematográfico. Cine y literatura a fuego lento.
La cinta vuelve a explorar un tema tan complejo como es la vuelta a los orígenes geográficos y sentimentales de alguien que una vez escapó de un mundo deformado, buscando libertad, oxigeno y nuevos horizontes. De alguna manera, la historia es la representación de un viaje de lo urbano a lo rural, pero amplificado por la sensación opresiva cuando en mundo así, el matiz religioso se convierte en el todo y el libre pensamiento queda solo como una anécdota. Las salidas de tono solo están permitidas de una manera condescendiente si su expresión verbal no rompe las reglas establecidas. En este universo, la mujer vuelve a ser tratada de manera primitiva y casi en exclusiva como máquina fecundadora y reprimiendo cualquier conducta sexual abierta incluso dentro del propio matrimonio. Por lo tanto y a través del conocimiento de sociedades cerradas como la mostrada en la película, nos encontramos con un viaje donde los afectos universales explotan salvajemente cuando la sexualidad pasa de reprimida a exteriorizarse de una manera ávida e instintiva. En el mismo centro de la película y como representación del clímax de la sexualidad, y de nuevo en contraposición a el sexo mecánico retratado en la pareja heterosexual de la historia, nos encontramos con una secuencia lésbica que va a pasar a la historia y que marca un antes y un después tanto para las actrices, como por la bellísima manera de estar rodada y encuadrada en el cine convencional. En este caso, el cineasta logra atravesar unos limites que en otros tiempos -y veremos ahora- estarían calificados como perversión, y que desde luego hubieran hecho estallar las alarmas más potentes en los tiempos donde la censura hacía estragos en el cine. Probablemente hablamos de la escena que rompa el ritmo monótono y demasiado pausado del film, que en su esencia es un tratado sobre la culpa y como esta afecta al recorrido vital de las personas.
La actriz canadiense Rachel McAdams (Midnight in París) realiza el mejor trabajo de su vida en una carrera muy dilatada ya a pesar de su juventud. Solo hay que observar la fotografía superior para ver reflejado en una mirada, en una expresión y en un rostro, lo que es el sentimiento de culpa. Imprescindible verla actuar en versión original, ya que una actuación así es imposible de igualar por muy buena que sea la actriz de doblaje. Francamente excepcional en los silencios y arrebatada en los discursos. Una actriz que va a celebrar su 40 aniversario en su mejor momento.
En cambio la otra Rachel, la Weisz (Ágora), estando bien, incluso muy bien, se queda algo por debajo de su compañera, quizás por esa aire ausente y despistado con el que impregna a mucho de sus personajes. Ella en la película representa el libre pensamiento y otra forma de relacionarse con el mundo que la de su compañera. Su personaje también conversa sobre la culpa y en este caso, girando sobre si no supo o no pudo, querer a su padre cuando tuvo la oportunidad para hacerlo.
En la parte masculina representado al marido de Esti y al amigo de Ronit, nos encontramos con un muy inexpresivo Alessandro Nivola (La gran estafa americana) que aspira a suceder al padre de Ronit en el liderazgo de la comunidad judía en Londres. Su personaje se debate entre sus propias creencias religiosas y la adaptación a un mundo nuevo. En cierta manera representa la amistad dentro de la pareja y como esta evoluciona con el paso del tiempo.
En los aspectos adicionales y no menos importantes, destaca el hipnótico manejo de la cámara de Sebastián Lelio con un festival de encuadres y planos que harán las delicias de los más cinéfilos. Primeros planos, contrapicados y picados, planos dorsales y pequeños planos secuencia cuando caminan los personajes, demuestran una capacidad cinematográfica de muy alto nivel. Otro aspecto importante es la utilización de la música cuando aparecen los besos en pantalla. Con ello se remarca la emocionalidad de unos momentos muy bellos. En cambio, aprecio un grave error en el proceso de montaje que baja considerablemente la nota de la película en un error incomprensible. De nuevo y me vuelvo a reiterar, el metraje no consigue ser recortado en este proceso de montaje y nos vamos casi a los dos horas de película que la hacen demasiado lenta para lo que nos quiere narrar. Probablemente los primeros 30 minutos de película sean innecesarios y reiterativos en una presentación de personajes interminable. Si la película se hubiera llevado a los 90 de duración, probablemente estaríamos hablando de una obra sobresaliente.
Recapitulando ya, Disobedience nos plantea un drama universal e íntimo sobre las relaciones humanas con el amor, la pérdida y el deseo como motivos principales de una narrativa inteligente aunque demasiado pausada. Por otra parte, la película es profundamente femenina y se presenta como una confrontación de lugares y personas. En definitiva, la historia nos habla de un viaje interior en busca de la libertad y la concesión del perdón hacía nosotros mismos. Aquí si hay Cine.
Nota: 8/10.
Nacionalidad: Reino Unido.
Dirección: Sebastián Lelio.
Guión: Sebastian Lelio y
Naomi Alderman.
Reparto: Rachel Weisz, Alessandro
Nivola, Rachel McAdams.
Fotografía: Danny Cohen.
Música: Mathew Herbert.
Duración: 115 minutos.
Estreno EE UU: 27/04/2018.
Estreno España: 25/05/2018.