👽👽👽👽👽
La historia: Remo Manfredini (Nahuel Pérez) es una leyenda de las carreras de caballos, pero su comportamiento autodestructivo empieza a eclipsar su talento y a amenazar su relación con Abril (Úrsula Corberó), jinete y pareja de Remo. Ambos trabajan para Sirena, un poderoso empresario. En la carrera más importante de su vida, Remo sufre un grave accidente y desaparece del hospital sin dejar rastro. Sirena le está buscando y Abril tendrá que encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
Imaginativo, radical y con un gran sentido del humor negro, el nuevo largo de Ortega, comienza con una historia sencilla y compresible. El Jockey nos presenta a Remo que es básicamente un ídolo venido a menos caído en el mundo del alcohol y las drogas, pero su jefe mafioso sigue confiando en él como una especie de amuleto por las ganancias obtenidas. Lo tratan de rehabilitar por las buenas o por las malas. Tras un accidente, todo estalla y la narrativa se convierte en un homenaje al cine de lo absurdo.
El choque entre el mundo interior y el mundo exterior es el campo de batalla donde transcurre la película. Mientras más intenso es el mundo interior del personaje, más violento es este choque con el afuera. Buscando la salvación, El Jockey va cambiando de identidad, viendo si por medio de una u otra puede alcanzar la libertad. Pero todas las identidades están atormentadas. Cuando hablo de identidad hablo de la sexual cosa que comparte con su novia Abril. Una excéntrica, pero divertida bisexualidad va marcando la evolución de los dos personajes principales.
El mundo del filme parecería estar armado de tal manera que nunca sabremos nada a ciencia cierta. Ni en su final. Pero el verdadero desafío del protagonista es no enloquecer. Y quizás la del público también. Pero repito, a excepción de la parte final -que es interpretativa- la cinta es comprensible apostando por ser un volcán en erupción a costa de perder algo de credibilidad en su narrativa. En cualquier caso la película es extrañamente hipnótica y ahí está su valor añadido.
El Jockey está protagonizada por Nahuel Pérez Biscayart ('El Prófugo'), Úrsula Corberó ( El árbol de la sangre) y Daniel Giménez Cacho ('La mala educación'). No me acaba de convencer la interpretación de Nahuel Pérez al que veo encorsetado en su papel. Otra cosa es su personaje que evoluciona de una manera colosal. Corberó realiza un gran trabajo con su personaje de Abril que está embarazada de Remo y tiene que lidiar con toda la conflictividad del personaje masculino. Actriz, por cierto, desaprovechada para el cine con apenas un par de películas destacables y centrada en el mundo de las series y de las redes sociales que darán mucho dinero, pero nada comparado a la gloria del cine. Por último, y aparte de los grandes secundarios, destacar a Giménez Cacho en un papel muy en la linea de El Padrino al estilo argentino.
La técnica objetivamente es una maravilla. El director de fotografía es el maestro Timo Salminen que da un colorido a la película sensacional. La otra parte a destacar es la grandiosa banda sonora con Gardel, Palito Ortega o Nino Bravo entre otros grandes artistas que obran con sus canciones la magia del cine. Se podría hablar de melodrama, pero me decanto por adscribirla al género de la comedia negra.
El Jockey me ha parecido magnética, original y extravagante. A mi juicio es una bendita locura que al contrario de lo que parezca no busca provocar o incomodar al espectador. También tengo claro que no es una película para todos los públicos y que algunos la calificarán como estrafalaria e incluso pedante. En definitiva, hablamos de un tipo de cine que genera debate, provoca reacciones encontradas, pero con la virtud de no dejar indiferente a nadie que se atreva a embarcarse en un submundo tan peculiar y con unos personajes al borde de un ataque de nervios.
Nota: 7/10.