viernes, 18 de enero de 2019

La favorita: el brillo de Emma Stone no puede salvar la enésima y estúpida provocación de Yorgos Lanthimos


Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda. -Jean de La Fontaine.

La historia: Situada a comienzos del siglo XVIII y en el contexto histórico de la Guerra de Sucesión Española, la Reina Ana de Inglaterra (Olivia Colman) decide sustituir a la Duquesa de Marlborough (Rachel Weisz), como consejera y dama de compañía sexual. La nueva favorita de la reina es la joven sirvienta Abigail Masham (Emma Stone) que por lo visto era una gran y experta masturbadora real.


La introducción: Emma Stone declaraba hace unos días a colación de la presentación de 'La favorita' lo siguiente: "Prefiero las críticas negativas a los elogios". Pues nada, a mandar y vamos con ello entonces. Eso sí, con su permiso señorita Stone, solo un pequeño elogio antes de satisfacer sus deseos: mi favorita (como actriz) eres tú, y tú, y solamente tú como diría Pablo Alborán.


La crítica: Vulgar sainete "cómico" de mamporros vestido de seda. Muchas caídas, vómitos, masturbaciones masculinas y femeninas; más caídas, más vómitos, algunas hostias o bofetadas, barro, mucho barro (lleno de mierda) y no sé cuantas otras estupideces envueltas en una supuesta sátira histórica es la obra (aclamada por la crítica terrícola), que nos presenta el señor Yorgos Lanthimos. Y esto no es una opinión subjetiva, es una descripción literal de 'La favorita' (sirva el trailer de ejemplo).

O sea, una provocación de medio pelo que tiene tanta gracia como ir al dentista un lunes a las siete de la mañana, en ayunas y sin anestesia.

Pues bien, el nuevo timo del griego Lanthimos, se presenta con fuerza a la temporada de premios envuelta en eso sí, un excepcional maquillaje (fotografía, diseño de producción, montaje, vestuario, música, reparto), que hacen que la propuesta sea sobresaliente en la técnica cinematográfica, pero muy deficiente en una narrativa plana, excéntrica y muy repetitiva.

Todo ello no aporta absolutamente nada nuevo a las intrigas de palacio, a los vulgares secretos de alcoba y a otros cientos de lugares comunes que la mala literatura o las teleseries de sobremesa han explotado ya hasta la saciedad. La novedad aquí radica en el buen manejo de cámara y en los vanguardistas encuadres en ojo de pez que intentan fascinar visualmente para encubrir una solemne bobería que se podrían resumir en el siguiente titular:

"La reina boba, la duquesa manipuladora y la sirvienta masturbadora".

¿Sarcasmo o idiotez? ¿Vulgaridad o exquisitez? ¿Cine o teatro de lo absurdo? ¿Telenovela inglesa u obra de arte cinéfila? ¿Basura o película de culto?

Formen su opinión. Yo bastante he tenido con aguantar las interminables e insufribles dos horas de producción que el propio cineasta ha tenido que dividir en ocho capítulos. Con ello, trata de hacer la digestión menos pesada para de ocultar las innumerables reiteraciones narrativas que he descrito en el primer párrafo.


En lo concerniente al reparto, cabe destacar a las tres actrices protagonistas que se encuentran en su mejor momento artístico. Olivia Colman (la reina) y Rachel Weisz (la duquesa), están intachables en los papeles asignados. Pero es el brillo de Emma Stone (la sirvienta) lo absorbe todo en la producción. Cabe destacar en su actuación el cambio de su cantarín acento americano por un más que aceptable inglés británico que la coloca con algunas opciones de obtener su segundo Oscar.

Pero en definitiva, ni el portento de Emma Stone, ni la inmaculada ambientación y dirección de arte que nos lleva por la Inglaterra de Danson House, Hampton Court Palace, Hatfield House, o la Divinity School, consiguen ser suficientes para dar por buena la propuesta de Yorgos Lanthimos. El filme se queda en un vulgar largometraje onanista, inane y tan ridículo como las pelucas de las monarquías europeas. Fin.

Nota: 4/10.

Nacionalidad: Reino Unido.

Dirección: Yorgos Lanthimos.

Guión: Debrah Davis, Tony McNamara.
Reparto: Olivia Colman, Emma Stone,
Rachel Weisz, Nicholas Hoult, Joe Alwyn.

Fotografía: Robbie Ryan.

Duración: 121 minutos.

Estreno EE UU: 23/11/2018.

Estreno México: 1/02/2019.

Estreno España: 18 de enero de 2019.


martes, 11 de septiembre de 2018

Un océano entre nosotros (The Mercy): Navegando entre mentiras


A veces es necesario ir muy lejos, fuera del camino, con el fin de volver a la distancia correcta. -Edward Albee.

La historia: Basada en la vida del inventor y navegante Donald Crowhurst (Colin Firth), nos trasladamos a la Inglaterra del año 1968 en la que reside junto a su esposa Clare (Rachel Weisz) y sus tres pequeños hijos. Es entonces, cuando su apacible vida se ve interrumpida por problemas económicos en su pequeña empresa tecnológica y por la rutina que le lleva a emprender el mayor reto de su vida. Este desafió consiste en circunnavegar el planeta en solitario, sin paradas y en un velero en una competición extrema organizada por el periódico londinense Sunday Times llamada Golden Globe Race. Dicha competición conllevaba un premio de 5000 libras, además de pasar a la historia como el primer hombre en conseguirlo. ¿Consiguió ganar la carrera? ¿Enloqueció tras más de seis meses en alta mar? ¿Pudo hacer trampas?


La crítica: Un océano entre nosotros llega desde el Reino Unido y está rodada a medio camino entre los exteriores marítimos de la isla de Malta y el pueblo pesquero inglés de Teignmouth. La producción es de James Marsh que alcanzó la fama con el biopic del científico Sthephen Hawking titulado 'La teoría del todo'. En esta ocasión, el cineasta apuesta por recuperar otra historia basada en hechos reales perdiendo pulso con respecto al trabajo antes citado y quedándose a medio camino entre la ficción y una especie de cine documental sin pertenecer a este género que es donde en mi opinión la historia hubiera cobrado más sentido. De hecho, en el año 2006 los documentalistas británicos Louise Osmond y Jerry Rotwhell recogieron ya la historia de Donald Crowhurst en su Deep Water que ganó el Festival Internacional de Roma en su categoría correspondiente. No obstante, la cinta reseñada hoy está trabajada con esmero y seriedad lo que le otorga al menos el respeto de quien escribe estas lineas. Otra cosa es que la narración pueda divertir más o menos, que será menos que más, pero al menos y a través del gancho de los actores protagonistas se va a dar a conocer una parte muy importante de la historia de la navegación a vela.  

Pero para comprender la historia y ya que en el largometraje está mal explicado el reto propuesto, vamos a prestar un servicio público y a través de un mapa ver cual era el punto de partida, la ruta a recorrer y el punto de regreso. 


El punto de salida era en Inglaterra como reflejan las lineas rojas y en dirección sur recorriendo la costa africana para posteriormente virar por el océano Indico en dirección al sur de Australia y seguir navegando posteriormente por el Pacífico sur hasta rodear el cabo de Hornos y bordeando la costa de América del Sur en dirección norte, y atravesar el Atlántico para regresar al puerto de salida en el Reino Unido. Es decir, circunnavegar o dar la vuelta al mundo y poder demostrarlo sin mentiras. 

Volviendo a la parte artística a Un océano entre nosotros habría que enmarcarla en el cine donde el mar actúa como sujeto narrativo para contarnos historias de náufragos, supervivientes en soledad, o claustrofobia en las embarcaciones. Podríamos encontrar referencias de 'Aguirre, la cólera de Dios', de Herzog, 'Náufragos' de Hitchcock, 'Cuchillo en el agua' de Polanski' o la exitosa 'Naufrago' de Zemeckis en la que Tom Hanks pasó a la historia por hablar con una pelota. En definitiva, la historia lo que trata de reflejar es como la soledad en medio del océano durante meses y sin contacto social puede generar fuertes problemas psicológicos en el comportamiento humano. Por otra parte, cabe resaltar y volvemos a la información de servicio público para quien aún no haya visionado la cinta, que tanto el póster, como la alucinante traducción del título en España (de The Mercy/ La piedad, a Un océano entre nosotros??) sugieren una preciosista historia de amor, cuando esta es un complemento a la historia y nunca el todo (si leen la crítica desde Hispanoamérica la película fue traducida allí por 'Un viaje extraordinario', nada que ver tampoco con la realidad pero al menos más acertado dentro del caos traductor mundial). 


Colin Firth (Un hombre soltero) encabeza el reparto con una actuación correcta pero demasiado aséptica para el papel de un aventurero en el que parece no sentirse cómodo en ningún momento. Tampoco ayuda demasiado en la producción ese aire ausente y despistado que caracteriza a la actriz británica Rachel Weisz que tanta polémica generó este mismo 2018 con el beso lésbico del desapercibido, pero buen filme Disobedience. Sin embargo, lo más destacable de la película y donde más cine encontramos es en el discurso final de su personaje de sufrida esposa. En esta arenga en forma de moraleja traza un retrato despiadado sobre el papel de los medios de comunicación y la presión de los patrocinadores que en cierta manera condujeron a Donald Crowhurst a llegar a sobrepasar unos límites con consecuencias muy graves para su equilibrio mental y físico. 

En conclusión y destacando una gran escenografía ambientada en la década de los 60 del siglo pasado, Un océano entre nosotros deja unas sensaciones agridulces ya que por una parte documenta y ficciona relativamente bien un hecho histórico poco conocido fuera del Reino Unido y por otro lado su carácter documental mal entendido, resulta demasiado frío.

Nota: 5/10. 

Nacionalidad: Reino Unido.

Dirección: James Marsh.

Guión: Scott Z. Burns.

Reparto: Colin Firth, Rachel Weisz,
David Thewlis, Jonatahan Bailey.

Música: Johann Jhoannson.

Fotografía: Eric Gautier.

Duración: 102 minutos.

Estreno Reino Unido: 9/02/2018.

Estreno México: 5/04/2018.

Estreno España: 7/09/2018. 


viernes, 25 de mayo de 2018

Disobedience: la culpa y el deseo en la mirada íntima de Sebastián Lelio


Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. -Miguel de Cervantes.

La historia: Una pérdida, un regreso y un reencuentro. La fotógrafa neoyorkina Ronit Krushka (Rachel Weisz), viaja hasta el Reino Unido para despedir a su padre que fue un reconocido rabino de una importante comunidad judía ortodoxa en el norte de Londres. Después de un frío recibimiento familiar, comprueba que sus mejores amigos Dovid (Alessandro Nivola) y Esti (Rachel McAdams) han contraído matrimonio. A partir de entonces, las sensaciones de los tres protagonistas se debaten en un duelo entre la pérdida, el deseo, la felicidad y el amor.



La crítica: Disobedience supone una ruptura y una confrontación entre dos mundos que son incompatibles entre sí a pesar de estar situados en el mismo espacio temporal. En dos planos bien diferenciados, observamos por un lado, el mundo urbano, cosmopolita, moderno y libre que puede tener un ciudadano de Nueva York, Barcelona o Tokio, y por otro lado y en contraposición, se nos presenta a una sociedad patriarcal, tradicional y cerrada, como es la comunidad ultraortodoxa judía como metáfora y realidad de que lo viejo que se niega a morir ante lo nuevo.

El reciente ganador del Oscar para Chile por La mujer fantástica, Sebastián Lelio, afronta su primera incursión en un filme de habla inglesa y consigue plasmar con fuerza su potente mirada sobre el universo femenino que siempre ha gustado en explorar. En esta ocasión, su filme está basado en la exitosa novela homónima que en el año 2006 le valió a la escritora Naomi Alderman el Premio Orange Broadboard para nuevos escritores. Además, el libreto está coescrito junto a Rebecca Lenkiewicz que consigue dar forma visual a una novela en principio tan compleja para adaptar al lenguaje cinematográfico. Cine y literatura a fuego lento.

La cinta vuelve a explorar un tema tan complejo como es la vuelta a los orígenes geográficos y sentimentales de alguien que una vez escapó de un mundo deformado, buscando libertad, oxigeno y nuevos horizontes. De alguna manera, la historia es la representación de un viaje de lo urbano a lo rural, pero amplificado por la sensación opresiva cuando en mundo así, el matiz religioso se convierte en el todo y el libre pensamiento queda solo como una anécdota. Las salidas de tono solo están permitidas de una manera condescendiente si su expresión verbal no rompe las reglas establecidas. En este universo, la mujer vuelve a ser tratada de manera primitiva y casi en exclusiva como máquina fecundadora y reprimiendo cualquier conducta sexual abierta incluso dentro del propio matrimonio. Por lo tanto y a través del conocimiento de sociedades cerradas como la mostrada en la película, nos encontramos con un viaje donde los afectos universales explotan salvajemente cuando la sexualidad pasa de reprimida a exteriorizarse de una manera ávida e instintiva. En el mismo centro de la película y como representación del clímax de la sexualidad, y de nuevo en contraposición a el sexo mecánico retratado en la pareja heterosexual de la historia, nos encontramos con una secuencia lésbica que va a pasar a la historia y que marca un antes y un después tanto para las actrices, como por la bellísima manera de estar rodada y encuadrada en el cine convencional. En este caso, el cineasta logra atravesar unos limites que en otros tiempos -y veremos ahora- estarían calificados como perversión, y que desde luego hubieran hecho estallar las alarmas más potentes en los tiempos donde la censura hacía estragos en el cine. Probablemente hablamos de la escena que rompa el ritmo monótono y demasiado pausado del film, que en su esencia es un tratado sobre la culpa y como esta afecta al recorrido vital de las personas.


La actriz canadiense Rachel McAdams (Midnight in París) realiza el mejor trabajo de su vida en una carrera muy dilatada ya a pesar de su juventud. Solo hay que observar la fotografía superior para ver reflejado en una mirada, en una expresión y en un rostro, lo que es el sentimiento de culpa. Imprescindible verla actuar en versión original, ya que una actuación así es imposible de igualar por muy buena que sea la actriz de doblaje. Francamente excepcional en los silencios y arrebatada en los discursos. Una actriz que va a celebrar su 40 aniversario en su mejor momento.

En cambio la otra Rachel, la Weisz (Ágora), estando bien, incluso muy bien, se queda algo por debajo de su compañera, quizás por esa aire ausente y despistado con el que impregna a mucho de sus personajes. Ella en la película representa el libre pensamiento y otra forma de relacionarse con el mundo que la de su compañera. Su personaje también conversa sobre la culpa y en este caso, girando sobre si no supo o no pudo, querer a su padre cuando tuvo la oportunidad para hacerlo.

En la parte masculina representado al marido de Esti y al amigo de Ronit, nos encontramos con un muy inexpresivo Alessandro Nivola (La gran estafa americana) que aspira a suceder al padre de Ronit en el liderazgo de la comunidad judía en Londres. Su personaje se debate entre sus propias creencias religiosas y la adaptación a un mundo nuevo. En cierta manera representa la amistad dentro de la pareja y como esta evoluciona con el paso del tiempo.


En los aspectos adicionales y no menos importantes, destaca el hipnótico manejo de la cámara de Sebastián Lelio con un festival de encuadres y planos que harán las delicias de los más cinéfilos. Primeros planos, contrapicados y picados, planos dorsales y pequeños planos secuencia cuando caminan los personajes, demuestran una capacidad cinematográfica de muy alto nivel. Otro aspecto importante es la utilización de la música cuando aparecen los besos en pantalla. Con ello se remarca la emocionalidad de unos momentos muy bellos. En cambio, aprecio un grave error en el proceso de montaje que baja considerablemente la nota de la película en un error incomprensible. De nuevo y me vuelvo a reiterar, el metraje no consigue ser recortado en este proceso de montaje y nos vamos casi a los dos horas de película que la hacen demasiado lenta para lo que nos quiere narrar. Probablemente los primeros 30 minutos de película sean innecesarios y reiterativos en una presentación de personajes interminable. Si la película se hubiera llevado a los 90 de duración, probablemente estaríamos hablando de una obra sobresaliente.


Recapitulando ya, Disobedience nos plantea un drama universal e íntimo sobre las relaciones humanas con el amor, la pérdida y el deseo como motivos principales de una narrativa inteligente aunque demasiado pausada. Por otra parte, la película es profundamente femenina y se presenta como una confrontación de lugares y personas. En definitiva, la historia nos habla de un viaje interior en busca de la libertad y la concesión del perdón hacía nosotros mismos. Aquí si hay Cine.

Nota: 8/10.

Nacionalidad: Reino Unido.

Dirección: Sebastián Lelio.

Guión: Sebastian Lelio y
Naomi Alderman.

Reparto: Rachel Weisz, Alessandro
Nivola, Rachel McAdams.

Fotografía: Danny Cohen.

Música: Mathew Herbert.

Duración: 115 minutos.

Estreno EE UU: 27/04/2018.

Estreno España: 25/05/2018.